Reducir el uso de productos fitosanitarios sin comprometer la productividad
Estrategias prácticas (GIP) que combinan control biológico, prácticas culturales y medidas mecánicas para una agricultura más sostenible.
Introducción
La agricultura moderna busca cada vez más equilibrar productividad y sostenibilidad. Los productos fitosanitarios son herramientas eficaces, pero su uso intensivo conlleva riesgos ambientales y para la salud. La Gestión Integrada de Plagas (GIP) propone un enfoque combinado que prioriza métodos no químicos y emplea productos fitosanitarios solo como último recurso.
Métodos alternativos y ejemplos de buenas prácticas
Control biológico
Uso de enemigos naturales: por ejemplo, Amblyseius swirskii y Encarsia formosa en invernaderos para controlar mosca blanca y trips. También se emplean parasitoides y patógenos entomopatógenos.
Prácticas culturales
Rotación de cultivos, selección de variedades resistentes, conservación de setos y bandas florales para favorecer fauna auxiliar y reducir la presión de plagas.
- Control físico y mecánico: mallas antiinsectos, trampas cromáticas, solarización del suelo y laboreo dirigido.
- Feromonas: confusión sexual para frenar la reproducción de plagas frutales.
- Monitoreo: trampeo y controles periódicos para decidir intervenciones basadas en umbrales económicos.
Ventajas e inconvenientes
Ventajas
- Menor impacto ambiental y protección de recursos hídricos.
- Reducción de resistencias en plagas y mejora de la biodiversidad.
- Mejora de la salud laboral y seguridad alimentaria.
Inconvenientes
- Mayor necesidad de formación y seguimiento técnico.
- Posible inversión inicial y adaptación de infraestructuras (mallas, trampas, etc.).
- No siempre existe una alternativa equivalente para todas las plagas.
El papel de la formación y la concienciación
La formación es clave: muchos agricultores aplican tratamientos de forma rutinaria por costumbre o por falta de alternativas técnicas. Programas de capacitación, asesoramiento técnico y apoyo desde cooperativas y administraciones facilitan la adopción de GIP y otras prácticas sostenibles.
Conclusión
Reducir la dependencia de productos fitosanitarios es factible y deseable. Requiere una estrategia integrada, apoyo técnico y políticas que incentiven la transición. A largo plazo, los beneficios ambientales y para la salud pública suelen compensar las inversiones iniciales.
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